Tercera Historia
El inventor anónimo de la máquina para robar sentimientos a otros despertó sintiendo una desazón que le erizaba el vello de la nuca y descubrió que era Navidad.
- ¡Puta Navidad! - dijo.
Y se convirtió en Santa Claus.
De pronto se vio enfundado en un traje rojo y blanco bastante incómodo. Su barba era real y blanca como la nieve que pisaba. Empezó a sentir una especie de emoción incontenida. Se sintió jubiloso y no pudo controlar su garganta cuando gritó... "Ho, ho, ho..." y cuantas más veces lo decía, más feliz conseguía encontrarse... Era envidiable aquella situación sobre todo por lo auténtica y sincera que parecía su repentina alegría. "Nunca deja de ser cierto eso que dijo Unamuno: La ciencia es un cementerio de ideas muertas, aunque de ellas salga vida. También los gusanos se alimentan de cadáveres" pensó.
- ¿Por qué no puedo alimentarme de los sentimientos ajenos al igual que esos gusanos? ¿En qué nos diferenciamos? - Ho, ho,ho... Volvió a reír sin poder contener el contento dentro de sus carnes grasientas... Hasta que observó detrás de la ventana una mujer rociando histéricamente con un matacucarachas a toda una hilera de insectos negros que circulaban por su cocina... De pronto la mujer giró el rostro y con auténtica satisfacción sonrió a la cámara ofreciendo el bote de spray a los telespectadores... diciendo "Los mata bien muertos".
Al ex-inventor, ahora Santa, no le hizo ninguna gracia aquella acción, ¿acaso aquellos feos animalitos no eran hijos de la naturaleza como el resto?...
Su cara se quedó pegada a la ventana, desorientado, aturdido...
Ho, ho,ho, volvió a espetar. Inconteniblemente... la alegría volvió a él tan pronto como anteriormente la compasión por aquellos seres se había apoderado de él. Dio media vuelta y cual fue su sorpresa cuando descubrió que se hallaba en Marte, ese planeta rojo, habitado por personajes de lo más variopinto. Así que vestido con tal atuendo, no llamaba mucho la atención.
- ¡Oiga! ¡Oiga! - Alguien lo llamaba desde algún sitio pero no lograba verle... Hasta que por fin se dio cuenta de que un transeúnte vestido con un saco de patatas le estaba llamando... Era pequeño, muy pequeño, y el traje le quedaba grande...
Se acercó a él mirando hacia los lados, incrédulo porque alguien se interesara por él, ya que no era de allí... y no podía conocerle nadie.
- Quiere una entrada, aquí pasará un buen rato...
El lugar era un garito oscuro con la música bastante alta y en la barra estaban aposentados tres ancianos con chupa de cuero que parecían charlar acaloradamente entre sí. Fue adentrándose en ese mundo misterioso donde todos parecían hacer mucho ruido. Parecía que ese era el objetivo.. Hacer ruido. Era insoportable para sus oídos... Necesitaba silencio, porque ya no podía ni pensar con claridad, ni siquiera podía oírse a sí mismo... Mientras pensaba ésto el lugar comenzó a transformarse en una especie de biblioteca va´cia, olvidada durante mil años. Ho, ho, ho repitió... Sus palabras se disparaban como balas en dirección al horizonte, un horizonte de madera húmeda que se extendía a lo alto y ancho del habitáculo... Sintió de pronto la sensación extraña de vacío... como si se hubiese quedado sin sentimientos, sin palabras con las que expresarlos... "Un poco irónico" pensó... "siento como si todas las páginas que han habitado esta estancia se hubiesen apoderado de mí y sin embargo no tengo palabras" pensó.
- ¿De verdad crees eso? - Una persona mayor apareció como por arte de magia de detrás de las escaleras de caracol que se elevaban hacia un infinito vertical...- ¿Estás alilucado o qué te pasa? Es como si te hubieses quedado petripegado - Dijo de nuevo el anciano.
No pudo decir nada... No entendía nada.
- Te veo muy fuerizonado... Las palabras están en tu interior y no hace falta foraforzarlas... ellas viven por si solilucas..
- ¿Perdón?
El viejo no respondió. Simplemente miró a Santa y le ofreció una flauta de madera de cerezo.
- Toca - le dijo - Toca lo q que quieras tocar...
Comenzó por colocar los dedos para soplar a continuación... y aunque soplaba, de ella no brotaba sonido alguno... Frustrado, le devolvió la flauta...
- El orificio está taponado, no se puede tocar.
- ¿De veras? - El extraño hombre colocó la flauta en sus labios y comenzó a sonar una melodía nunca antes oída... imposible de describir. Inmensa y a la vez breve, dulce, salvaje...- La música sale de ti, de tu mente, de tu corazón, no de la flauta... ella sólo es un instrumento a través del cual tú te expresas, ¿entiendes? - Le preguntó mientras la música seguía misteriosamente resonando a través de las paredes... De pronto se hizo oscuro y comenzó a sonar "Satisfaction" de los Rolling Stones, y volvió a encontrarse en el mismo local oscuro por donde había entrado... El estruendo volvió al igual que las palabras... Entonces pudo leer un cartel que decía: "De aquí al cielo".
- ¿Estaré en el infierno? - pensó.- ¡Qué ridículo resultaría, Santa Claus en el infierno! - Volvió a pensar...
En aquel bar atestado de gente empezó a sentirse desplazado, y un enorme sentimiento de angustia comenzó a poblar su enorme cuerpo gordinflón. Quería esfumarse de allí cuanto antes... Comenzó a caminar hacia la puerta de salida cuando todos los seres, marcianos y no marcianos, comenzaron a mirarle con ojos sangrientos mientras la baba se les escapaba por las comisuras de sus bocas... Uno de ellos dio el primer paso, después le siguieron el resto con un tenedor en la mano que estaban dispuestos a utilizar para merendarse a aquel ser bonachón vestido de rojo y fuera de lugar..."Ho, Ho, Ho..." Dijo. Y despertó repentinamente de un largo sueño
- ¡Puta navidad! -dijo.