PAMPLINOIAS

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Para empezar a promocionar las maravillosas historias que se nos ocurren con nuestro juego "Pamplinoias©",

aquí tenemos las que surgieron en la primera sesión.

Del juego ya hablaremos más adelante. Más que nada, porque yo no estaba y no tengo ni idea de en qué consistía...

   

PRIMERA HISTORIA

Me gustaría pasar a la historia como el inventor anónimo de la máquina para robar sentimientos a otros pero, siendo fiel a la verdad, el mérito no es todo mío... Quizás a Papá Noel le sería útil, por eso de averiguar cuáles son los más íntimos recovecos del alma de los demás, pero lo cierto es que temo que un día llame a mi puerta y me pida la fórmula para destapar la caja de Pandora. Temo sus celos, su mirada fría exigiendo un regalo que no estoy dispuesto a darle.

- ¿Cual es el secreto? - Me pregunta.
- La ciencia es un cementerio de ideas muertas, aunque de ellas salga vida. También los gusanos se alimentan de cadáveres.
- Unamuno.
- Sí.
- ¿Y bien?
- No hay Ciencia sin muerte. Muere y resucita. Sólo de esa forma comprenderás.

    Papa Noel retrocedió dos pasos y sacó el matacucarachas de un bolsillo oculto en sus ropas rojas.

- ¡El invento o la vida! - Dijo.

    Sonreí a la cámara como quien tiene todos los ases en la manga. Pero me di cuenta, con súbita torpeza, de que no tenía mangas.

- Esto no es un anuncio - dije.
- No. No lo es.
- Está bien - dije - tienes que venir conmigo.
- ¿A donde?
- A Marte. ¿Qué te parece?
- ¿En tu cohete o en mi trineo?
- Tú mismo, cariño.

   Papá Noel cargó una caja de sidra, frutos secos y un saco de patatas en su trineo, y se acomodó en el lugar del conductor.
    Al llegar a nuestro destino el Noe se empeñó en visitar un garito que conocía. Tercera mancha roja a la derecha, detrás de la montaña de cuarzo. Era un garito oscuro con la música muy alta. Apoyados en la barra había tres ancianos vestidos con chupas de cuero. Entramos haciendo mucho ruido, como si llevásemos toda la noche de fiesta, fuésemos amigos y no me hubiera amenazado con un matacucarachas.
    Horas después logramos deshacernos de los renos borrachos y los ancianos vestidos de cuero.
- ¿Donde está? - logró balbucear Noe.
- En una biblioteca vacía, olvidada durante mil años.

    Cuando caímos en el mohoso rincón de mis sueños, él estaba a punto de vomitar sobre mi hombro.
- Aquí está - dije.

    El no pareció comprender.
- Disparar palabras como balas en dirección al horizonte - dijo.
- ¿Qué?
- Nada. Sólo literatura.

    Yo entendí que era una persona mayor y que los años no pasan en balde ni para mí ni para Papa Noel.
- Estás alilucado - le dije.
- ¿Qué?
- Nada. Un poco de esquizofrenia. Ilusión, frustración, sorpresa. Cóctel de contradicciones para sazonar las copas que te han llevado al estado en que te encuentras.
    Papa Noel, Noe para los amigos y los enemigos amenazados con los que se emborracha, sacó de algún lugar entre sus ropas una flauta de madera de cerezo cuyo orificio principal, por donde sale el sonido, estaba taponado. Pero no intentó hacer música con ella, sino que la utilizó de mondadientes.
    Para tapar aquella maniobra absurda comencé a tararear una famosa canción de los Rolling Stones "¡Satisfaction, la, la, la!"...

- ¿Dónde está la máquina? - Preguntó Noe.
- En la siguiente sala.
- ¡Vamos!
- ¡Espera! Primero tienes que leer las instrucciones.
- ¿Cuántas páginas?
- Mil ciento veintitrés - respondió.

    Noe se dio la vuelta sin decir nada y salió de la vieja biblioteca. Poco después nos encontramos de nuevo en un bar atestado de gente.

- ¡Un pincho de tortilla! - gritó

    Yo me limité a mirar como lo devoraba con cuchillo y tenedor. Y cuando salió a por el saco de patatas me limité a darle esquinazo por la puerta trasera.
    Mientras me alejaba, una farola se apagó sobre mi cabeza y escuché a lo lejos un grito airado. Un grito que, he de deciros, esperaba.

 

SEGUNDA HISTORIA

    Cuando empecé a trabajar en ello no pensé conseguir el resultado que obtuve. Mi idea era poder viajar por el tiempo, a través del tiempo, sin embargo un pequeño fallo en el carburador de basura trastocó el fin último de la máquina... Cuando descubrí en mi primer experimento que realmente no había logrado vencer la velocidad de la luz fue la noche en la que Santa Claus viene a visitar a los niños... No logré escabullirme del disfraz rojo que todos los años me veo obligado a ponerme... Pero al llegar la noche mágica para mis hijos, y con el disfraz ya preparado sobre la cama, intenté probar la máquina, para retroceder unos años atrás, al momento en que a mi hermano le regalaron el Scalextric, con la intención de robárselo. Durante un momento pensé que estaba siendo demasiado egoísta, pero como dijo Unamuno, "La ciencia es un cementerio de ideas muertas, aunque de ellas salga vida. También los gusanos se alimentan de cadáveres". No iba a dejar que unos escrúpulos arruinaran la posibilidad de un gran avance científico... Conecté la máquina y le cargué el depósito con el mejor combustible que había encontrado: matacucarachas. Puse en marcha la cámara de vídeo (quería     inmortalizar el momento) y le dediqué mi mejor sonrisa. ¡Quien sabe si algún día, cuando el hombre llegue a Marte, no lleven consigo una imagen de este momento glorioso! Pensé. Me acomodé en el habitáculo de la máquina, hecho con un viejo saco de patatas, y activé el aparato. El viaje duró poco... Mi entorno se desvaneció bruscamente y reaparecí en un bar, en un garito oscuro con la música muy alta. Delante mío, mirándome incrédulos, tres tipos ya mayores vestidos con chupas de cuero. Se ve que mi aparición se produjo de forma ruidosa porque de pronto todo el local me miraba, como si apareciera un lector en medio de una biblioteca vacía, abandonada durante mil años. Todo el mundo hablaba a la vez, todos preguntaban asombrados de dónde había salido... Estaba siendo bombardeado por miles de palabras, pero no podía responder... Sólo me fijaba, incrédulo, en el calendario de la pared... ¡No me había movido ni un día en el tiempo! ¡Sólo había cambiado de sitio! De pronto, se me acercó uno de los viejos con chupa de cuero y lo supe. ¡Supe lo que iba a decirme, lo que pensaba, antes de que abriera la boca! Supe que tenía miedo a la muerte, que estaba enamorado de su mejor amigo, y se castigaba la mente sin dar rienda suelta a sus sentimientos... La máquina me mostraba hasta el más recóndito de sus pensamientos... Me sentía extrañamente alilucado, debatiéndome entre la sensación burbujeante de conocer los sentimientos de ese hombre y la tristeza de compartir su dolor y frustración. Me sentía como una de esas flautas de cerezo, de un solo  orificio, que al soplar suenan tan alegres... Sólo que mi orificio principal estaba taponado. ... ¿Me sentía yo así o era el viejo? Descubrí entonces que la máquina estaba robando los sentimientos del hombre de cuero... Me sentí un poco aterrorizado y puse la máquina en marcha, de vuelta a casa... Salí del diabólico aparato y puse música para relajarme "I can't get enough... satisfaction". Los Rolling me ayudaban a pensar... Mecánicamente me puse el traje de Santa Claus, dispuesto a cumplir mi papel navideño de costumbre y olvidarme un tiempo del invento diabólico que había surgido de mi mente. ¡Era inmoral penetrar en la mente de los demás y apoderarme de sus sentimientos! ¡Era como leer el alma de la gente y arrancar sus páginas! Tengo que reconocer que, estando en aquel bar atestado de gente, tuve tentaciones de comenzar a indagar en los corazones de todo el mundo, apropiándome de sus más íntimos anhelos. Sin embargo, pudo más mi sentido moral... Fue aquella noche cuando descubrí que mi máquina de viajar en el tiempo era, en realidad, un artefacto diabólico que debía ser destruido... Claro que no hizo falta, porque al ir a entregar a mis hijos los regalos, me clavé un tenedor y tuvimos que ir a urgencias. Al regresar a casa, descubrimos que habían entrado a robar, llevándose, entre otras cosas, la terrible máquina que, por error, había construido.

 

 

Tercera Historia

El inventor anónimo de la máquina para robar sentimientos a otros despertó sintiendo una desazón que le erizaba el vello de la nuca y descubrió que era Navidad.
- ¡Puta Navidad! - dijo.
   Y se convirtió en Santa Claus.

    De pronto se vio enfundado en un traje rojo y blanco bastante incómodo. Su barba era real y blanca como la nieve que pisaba. Empezó a sentir una especie de emoción incontenida. Se sintió jubiloso y no pudo controlar su garganta cuando gritó... "Ho, ho, ho..." y cuantas más veces lo decía, más feliz conseguía encontrarse... Era envidiable aquella situación sobre todo por lo auténtica y sincera que parecía su repentina alegría. "Nunca deja de ser cierto eso que dijo Unamuno: La ciencia es un cementerio de ideas muertas, aunque de ellas salga vida. También los gusanos se alimentan de cadáveres" pensó.
- ¿Por qué no puedo alimentarme de los sentimientos ajenos al igual que esos gusanos? ¿En qué nos diferenciamos? - Ho, ho,ho... Volvió a reír sin poder contener el contento dentro de sus carnes grasientas... Hasta que observó detrás de la ventana una mujer rociando histéricamente con un matacucarachas a toda una hilera de insectos negros que circulaban por su cocina...  De pronto la mujer giró el rostro y con auténtica satisfacción sonrió a la cámara ofreciendo el bote de spray a los telespectadores... diciendo "Los mata bien muertos".
    Al ex-inventor, ahora Santa, no le hizo ninguna gracia aquella acción, ¿acaso aquellos feos animalitos no eran hijos de la naturaleza como el resto?...
    Su cara se quedó pegada a la ventana, desorientado, aturdido...
    Ho, ho,ho, volvió a espetar. Inconteniblemente... la alegría volvió a él tan pronto como anteriormente la compasión por aquellos seres se había apoderado de él. Dio media vuelta y cual fue su sorpresa cuando descubrió que se hallaba en Marte, ese planeta rojo, habitado por personajes de lo más variopinto. Así que vestido con tal atuendo, no llamaba mucho la atención.

- ¡Oiga! ¡Oiga! - Alguien lo llamaba desde algún sitio pero no lograba verle... Hasta que por fin se dio cuenta de que un transeúnte vestido con un saco de patatas le estaba llamando... Era pequeño, muy pequeño, y el traje le quedaba grande...
    Se acercó a él mirando hacia los lados, incrédulo porque alguien se interesara por él, ya que no era de allí... y no podía conocerle nadie.

- Quiere una entrada, aquí pasará un buen rato...

    El lugar era un garito oscuro con la música bastante alta y en la barra estaban aposentados tres ancianos con chupa de cuero que parecían charlar acaloradamente entre sí. Fue adentrándose en ese mundo misterioso donde todos parecían hacer mucho ruido. Parecía que ese era el objetivo.. Hacer ruido. Era insoportable para sus oídos... Necesitaba silencio, porque ya no podía ni pensar con claridad, ni siquiera podía oírse a sí mismo... Mientras pensaba ésto el lugar comenzó a transformarse en una especie de biblioteca va´cia, olvidada durante mil años. Ho, ho, ho repitió... Sus palabras se disparaban como balas en dirección al horizonte, un horizonte de madera húmeda que se extendía a lo alto y ancho del habitáculo... Sintió de pronto la sensación extraña de vacío... como si se hubiese quedado sin sentimientos, sin palabras con las que expresarlos... "Un poco irónico" pensó... "siento como si todas las páginas que han habitado esta estancia se hubiesen apoderado de mí y sin embargo no tengo palabras" pensó.

- ¿De verdad crees eso? - Una persona mayor apareció como por arte de magia de detrás de las escaleras de caracol que se elevaban hacia un infinito vertical...- ¿Estás alilucado o qué te pasa? Es como si te hubieses quedado petripegado - Dijo de nuevo el anciano.

    No pudo decir nada... No entendía nada.

- Te veo muy fuerizonado... Las palabras están en tu interior y no hace falta foraforzarlas... ellas viven por si solilucas..
- ¿Perdón?

    El viejo no respondió. Simplemente miró a Santa y le ofreció una flauta de madera de cerezo.
- Toca - le dijo - Toca lo q que quieras tocar...

    Comenzó por colocar los dedos para soplar a continuación... y aunque soplaba, de ella no brotaba sonido alguno... Frustrado, le devolvió la flauta...

- El orificio está taponado, no se puede tocar.
- ¿De veras? - El extraño hombre colocó la flauta en sus labios y comenzó a sonar una melodía nunca antes oída... imposible de describir. Inmensa y a la vez breve, dulce, salvaje...- La música sale de ti, de tu mente, de tu corazón, no de la flauta... ella sólo es un instrumento a través del cual tú te expresas, ¿entiendes? - Le preguntó mientras la música seguía misteriosamente resonando a través de las paredes... De pronto se hizo oscuro y comenzó a sonar "Satisfaction" de los Rolling Stones, y volvió a encontrarse en el mismo local oscuro por donde había entrado... El estruendo volvió al igual que las palabras... Entonces pudo leer un cartel que decía: "De aquí al cielo".
- ¿Estaré en el infierno? - pensó.- ¡Qué ridículo resultaría, Santa Claus en el infierno! - Volvió a pensar...
    En aquel bar atestado de gente empezó a sentirse desplazado, y un enorme sentimiento de angustia comenzó a poblar su enorme cuerpo gordinflón.   Quería esfumarse de allí cuanto antes... Comenzó a caminar hacia la puerta de salida cuando todos los seres, marcianos y no marcianos, comenzaron a mirarle con ojos sangrientos mientras la baba se les escapaba por las comisuras de sus bocas... Uno de ellos dio el primer paso, después le siguieron el resto con un tenedor en la mano que estaban dispuestos a utilizar para merendarse a aquel ser bonachón vestido de rojo y fuera de lugar..."Ho, Ho, Ho..." Dijo. Y despertó repentinamente de un largo sueño
- ¡Puta navidad! -dijo.

 

 

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