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ENTREVISTA E.- Bueno, ya se ve que habéis estado años dando al bolígrafo. ¿cómo se os ocurrió semejante idea? JOSU.- Fue una noche de viernes. O de sábado, la verdad es que ya no puedo recordarlo. Andaba yo sumido en funestos y negros pensamientos, ennegrecidos más si cabe por el efecto de innumerables copas de ron y media docena de porros mal fumados, porque cuando un porro se comparte en demasía (y eso ocurre en mi cuadrilla, donde sólo dos compramos hachís pero todos lo fuman) acaba por volverse blandengue, sobado y mal liado, aunque tú hayas hecho un trabajo de artista. Pero bueno, no elucubraré más. Decía que andaba perdido en recuerdos y lamentaciones varias en un rincón del Wagon (sí, el bar donde me despedí con aquel último beso), repleto en planas fiestas de Santurce, cuando de repente, una voz me devolvió al mundo real. No me preguntéis qué palabras dijo exactamente la alegre y preciosa morena con la que compartí horas de clase y ocio en el Instituto (Olalla, para más señas). Sólo sé que, de un modo que no alcanzo a comprender, acabamos por ponernos a hablar de literatura, sí, de esa droga que creo llevar en mis venas y que, de tanto en tanto, me obliga a sentarme delante del ordenador o de un folio en blanco para escupir pensamientos apenas hilvanados con mis dedos.
E.- ¿y tú, Olalla, cómo lo viviste? OLALLA.- El jueves 26 de Abril del 2001, como si se tratase de una larga Odisea por el espacio, dos individuos y una individuaunidos por una misma inquietuddeciden durante unas Dionisíacas fiestas (de cuya población no deseo acordarme aunque me acuerde) realizar una primera reunión para crear lo que sería "El Taller de literatura".... Nadie creía posible que algo surgido de tres estados alcohólicos pudiese llegar a buen puerto... Pero sí. Los tres marinos ebrios de entusiasmo alcanzaron su tan ansiado objetivo y por el momento todo marcha despacio pero sin pausa (a excepción de las vacaciones). Y los tres junto con una nueva tripulante continúan con su proyecto loco y emocionante... Tal vez eso les lleve lejos y si no es así quizás crezca entre ellos una larga y duradera amistad... NOE.- Para explicar esto debo viajar en el tiempo. Érase una vez un 22 de abril del año 2001, madrugada del domingo. Eh, espera, espera... Debo remontarme en el tiempo un poquito más atrás. Érase una vez un 21 de abril del año 2001, madrugada del sábado. Estoy razonablemente segura de que el día comenzó para mí con un chupito de orujo de hierbas en la mano. Y... ¿a qué viene eso? Pues teniendo en cuenta que el 22 de abril era mi cumpleaños, que salí a las 8:00 p.m. del viernes, que me arrastré hasta mi cama a eso de las 6:30 a.m. y que en la última hora y media fui incapaz de ingerir una sola gota más de ese diabólico brebaje, doy por supuesto que tuve 7 horas para beberme aproximadamente 20 orujos. Realizando el prorrateo correspondiente (7 horas * 60 minutos = 420 minutos / 20 = 21 minutos), implica que cada 21 minutos me bebí un orujo. En consecuencia, en vez de asistir a la génesis de este taller, empecé mi 26º cumpleaños con una resaca horrible y metida a las 12:30 en mi cama. A decir verdad, ciertamente fue mejor que me fuera a dormir, porque dudo que yo pudiera aportar demasiado aquella noche. Esa misma semana Olalla me contó el plan: una vez a la semana, puesta en común de escritos, juegos para fomentar la creatividad y, sobre todo, una forma de volver a escribir con cierta asiduidad. Aunque al principio no pude asistir por razones ajenas a mi persona, por fin lo conseguí y... Voilà! Aquí estamos. JUANAN.- Yo tengo otra versión de los hechos. Fíjate, yo lo veo así. Cuatro diablejos azulados discuten en torno a una tosca mesa camilla cubierta por un lienzo negro adornado con bodegones de tibias y calaveras. Cada uno de ellos asienta sus nalgas sobre el respaldo de butacas forradas de terciopelo negro, raído y mugriento. La estancia está iluminada por una luz vaga que recuerda funciones teatrales en las que el infierno es el escenario. Sus siluetas vistas en la distancia, apenas son una intuición en el rabillo del ojo. Porque como todos los genios del cosmos, nuestros diablillos no pueden ser vistos mirándolos de frente. La naturaleza se esconde de si misma. Y de nosotros. Conversan a gritos, porque las distancias que separan a las criaturas hay que medirlas a través de sus propios ojos. Así esa distancia que hubiera resultado corta para nosotros, era motivo de incomunicación para ellos. - ¿Cuándo fue? - berreaba el que parecía ejercer de notario, pues tenía ante él un pliego de papel, un tintero no mayor que un dedal y una diminuta pluma de gallina. - ¿Cuándo fue qué? - ¿De qué estamos hablando? El concepto de caos que podemos alcanzar a entender los humanos apenas definiría en parte la escena que se estaba produciendo. Las palabras estaban ordenadas en filas inarticuladas de maldiciones sin pronunciar, el aire olía a ozono y azufre, de sus cabezas astadas surgían diminutos relámpagos que convergían por encima de la mesa y se enzarzaban en un amasijo en el que se reunía la suavidad de la caricia y la torpeza de la tempestad. Gesticulaban ininterrumpidamente y tanto los sillones como la mesa se estremecían como si estuvieran padeciendo un ataque epiléptico. - Estamos intentado saber cómo nació la idea del círculo - Volvió a decir el mismo. - Fue de un tal Circulus, un romano sin muchas luces pero bastante bien dispuesto para la vida alegre. - No. - ¿No? - Estamos hablando del círculo de poesía en el que tenemos a nuestro pupilo - Volvió a intervenir el mismo después de producir una tormenta de sapos y culebras sobre la cabeza del chistoso. Todos cabecearon un poco desconcertados y sin atreverse a marear más la perdiz. Por si las moscas. - Yo no estaba - Reconoció otro de los diablillos. - Yo no recuerdo nada de esa noche - Continuó el que se sentaba a su derecha. - Aquella noche me había puesto más de lo habitual. - ¿Y tú? - El inquisidor miró al gracioso con cara de pocos amigos. - ¿Yo? - Sí, tú. ¿Qué recuerdas? Durante unos intemporales instantes todos clavaron sus miradas en el personaje. Su rostro azulado se tornó rojizo y una corriente de electricidad atravesó el espacio diminuto que había entre sus cuernos oscuros y retorcidos. - Yo estaba encaramado a su hombro izquierdo intentado seducir a uno de sus estúpidos querubines - Respondió -. Hacía frío y él se pasó toda la noche en la puta calle. Como sino hubiera garitos en los que refugiarse. - ¿Fue en Santurtzi? - Sí. Eso es. Donde el cesto se acopia de sardinas. El caso es que el querubín se resistió y después de varios rechazos consecutivos consideré que en realidad no era tan interesante. Así que me dediqué a observar las evoluciones de nuestro pupilo. - En realidad para eso nos pagan, ¿no? - Sí. Pero bueno. No parecía una noche muy interesante. - Ya. Con esa actitud profesional creo que nunca llegaremos a ser verdaderos demonios. - ¿Tú crees? - No. No creo. Estoy seguro. Un oscuro halo de tristeza se deslizó en el aire para envolverlos y recordarles su propia naturaleza. - Por cierto, ¿Dónde estabas tú? - De vacaciones. - Ya. Entonces le tocó enrojecer al apuntador. Como todos sabían perfectamente desde que aceptaron el oficio de diablillos domésticos, las vacaciones eran un lujo con el que no podían contar. Al menos en teoría. - Creo que fue Olalla quien comenzó a hablar del asunto - Dijo el único del grupo que había estado durante toda la noche junto a él. - Sí. Se acercó en algún momento de la noche y dijo algo así. El diablillo cambió la voz y por un momento no pareció el mismo. Era como si estuviera rebobinando una cinta mal grabada con la voz de la muchacha. - Hola Juanan, soy Olalla, la hermana de Brenda. Me ha dicho Josu que tú también escribes y estaba pensando que quizás podríamos juntarnos para ver si podemos dar forma a un taller de literatura o una revista. Algo así. Sonó un chasquido disonante y un clic. - En resumen - Dijo -. Creo que habló también de un tal Tupamaro y puede que de un futbolista o algo así. ¿Benedetti?. Creo que sí, eso es. Benedetti. El diablillo censor no hacía más que tomar notas en el acta que intentaba completar. Asintió con la cabeza y animó al hablador con un rayo de energía positiva que fue a dar en su frente y casi le hace perder el equilibrio. - Adelante muchacho, puede que salvemos los tridentes. ¿Quién más estaba allí aquella noche? - Bueno. No estoy muy seguro. Creo que vi a Josu con el rabillo del ojo. Y Noelia también. Había bebido mucho orujo de hierbas y apenas se tenía en pie. - Antes de llegar a Santurtzi, estuvo en Sestao. Con Noe y Cris. El día anterior había sido su cumpleaños - Dijo el diablillo que había perdido el conocimiento antes de que se produjera el encuentro. - Eso es. Yo también lo recuerdo. Unos días después Olalla fue al garito en el que trabajaba a tomar una de esas bebidas oscuras de querubín y le pasó un libro - Añadió otro de los reunidos. - Sí. Ese día estábamos todos en casa, ¿no? El resto asintió con la cabeza. - Más tarde se reunieron por primera vez en el Bizitza. - Sí. - Bueno. Veamos lo que tenemos. Una primera información sobre contactos entre Josu y Olalla. Comentarios que comienzan a consolidar la idea de que quizás pueda surgir algún tipo de taller literario. - Con una idea de revista por medio. ¿Recordáis?. En las primeras conversaciones surgía esta idea. - Y un manifiesto. - Sí. Una especie de proclama poética. Sobre lo que significa escribir, compartir la literatura. Una especie de documento existencial. Asintieron muy pagados de sí mismos. Si algo une las personalidades cambiantes y múltiples de los diablillos domésticos es su absoluta falta de modestia. Por lo demás, como quien dice, son buenas personas. A veces. JOSU.- Hablamos y hablamos, minutos, horas, dais, ni sé, porque ya se sabe que en una noche de fiesta se sueltan más las lenguas. Fijaos si hablamos que Cristina, otra ninfa de las que pueblan mi mundo, decidió hacerse a un lado, agotada como estaba de escucharnos decir cosas tan profundas... De aquella conversación sacamos algo en limpio. Que queríamos hacer algo, que, Olalla dixit, "la vida cultural en Sestao era nula", que por qué no nos juntábamos unos cuantos locos por las letras y tratábamos de jugar con ellas, que algo surtiría, que ya te llamaré, que si no se qué... Olalla dijo que lo había estado hablando con Juanan, "que está por ahí, mira ahí está" y era cierto. Me alegro de volver a ver a este tipo, pensé, recordando aún la larga conversación que mantuvimos al regresar del concierto de Rage Against the Machine. Pensé, en ese mismo momento, que era un hombre interesante y me agradaba la idea de que también pensara las mismas "locuras" que Olalla. Ellos abandonaron el Wagon antes que nosotros. La fiesta, para qué negarlo, no estaba siendo demasiado exagerada: el cansancio acumulado pesa mucho cuando continúas despierto, así que decidimos también irnos. Y yo, por el camino, le contaba a alguno de mis amigos lo que había hablado con Olalla y les decía que me parecía bien, que era una idea fantástica... pero por dentro sabía, o creía saber, que esa llamada no se produciría nunca, que probablemente todo quedaría en una conversación de borrachos y drogados... Me equivoqué. Me alegro de equivocarme. Hemos estado durante años quedando todos los jueves. Quizás no hayamos sidomuy constantes a la hora de hacer ejercicios, o quizás a veces resulte difícil verle una utilidad a esos ejercicios, pero lo cierto es que por quedar (primero los tres, luego los cuatro con Noelia) he vuelto a escribir, a pensar sobre el modo de escribir. Y eso, desde que estuve contigo la última vez, no me había vuelto a pasar. E.- ¿Y por qué eso de escribir? ¿a qué viene? NOE.- Desde cría a mí me ha gustado imaginar historias. He escrito muchos cuentos cortos infantiles que ahora leo y que me arrancan una sonrisa. Luego escribía reflexiones y, últimamente, algún guión o algún pseudo-corto (y digo pseudo por no estar demasiado satisfecha con los resultados); la mayoría de las veces, escritos inacabados, ya fuera por falta de tiempo o de inspiración. El hecho es que me resulta triste perder imaginación. Antiguamente, cuando me metía a la cama, no tenía sueño y me contaba cuentos para dormirme. Historias futuristas, historias de piratas, historias de miedo.. qué se yo, historias de aventuras. Luego, cuando alguna me gustaba, la escribía. Hoy en día me acuesto tan hecha polvo que no tengo fuerzas para contarme nada y las pocas veces que lo intento, me repito demasiado. Creo que perdemos así la inocencia de la niñez: cuando no podemos imaginarnos que existen otros mundos mejores o más interesantes que éste. Bueno, resumiendo. Lo que yo espero es poder recuperar ese toque de magia. Que los años no puedan llevárselo. Y saber que hay otros en el mundo como yo, que creen en todos esos mundos de fantasía. |
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E OLALLA.- Se han escrito cuentos, relatos, poesías. Se han creado juegos... y poco apoco cada uno va descubriendo a los demás su manera de sentir, de escribir... Por mi parte y en lo que me compete trato de adentrarme en nuevas formas de expresión, gracias a mis compañeros de viaje... Queda mucho por hacer, pero poseemos una gran ilusión multiplicada por cuatro que nos hace volar lejos y lo que es mejor de todo; disfrutar con ello. Con todo esto y lo que venga se puede decir que el primer objetivo esta cumplido. |